jueves, 18 de noviembre de 2010

Clandestinos (parte uno)

Calles. Allí nació mi cruel historia de dolor. En aquel lugar fue donde se conocieron odio, pena, y desesperación. Calles. Donde murió el latido de mi corazón. Allí falleció mi esperanza, mi ilusión y mi rencor…. sentimientos que me han acompañado desde que era una niña. Entre esas calles borre de mi interior cualquier rastro de humanidad y me convertí en una fiera. Gracias al trabajo que desempeñaba me sentía muerta. ¡Sí, muerta! ¿Mi nombre? Penélope. Aunque sé que a muchos mi nombre no le importa y más si mi cuerpo está en venta y mi oficio es tan antiguo como la injusticia. En esta partida a la que todos jugamos llamada existencia, la angustia que almaceno se da porque mi vida está envuelta en carmín rojo, donde cada relación me condena a prisión. Yo, como cada niña, también soñé con coger alguna estrella, pero mi realidad está muy distante del sueño que siempre deseamos tener. He sido víctima de la sociedad en la que vivimos, pero en cada persona hay una luz y hay un lado oscuro. La cara de mi moneda, se llamaba Gabriel, mi hijo de apenas 5 meses. Nada hay más importante ahora que poder tener un techo en el que se pueda cobijar. Casi no tengo ropa en mi armario, ni tan siquiera un espacio para así poder verle crecer y en donde poder pensar lo difícil que es ser pobre y conseguir el pan diario.

En el mundo en el que vivimos nadie aprecia lo que tiene, salvo justo el momento en el que lo pierde, pues bien, yo soy consciente del tesoro que tengo en mi vida. No os lo he comentado, pero como podréis imaginaros, soy madre soltera, donde el padre de mi hijo huyó para no volver, y desde el infierno ve como nos morimos. Su adicción al juego hizo que nuestros campos sembrados con sueños, se quedasen reducidos a ceniza. Tener un hijo con él fue entablar un pacto con demonios, y estábamos destinados a perderlo todo como árboles su follaje en otoño. Él no tiene dueño controlarlo fue más que difícil, y buscó la huida fácil. Aquella noche en aquel puente, su frágil mente decidió dar un paso al frente diciendo así a sus problemas adiós. Mi corazón quedó malherido y él no supo afrontar su realidad y así fue como escapó como un soplo… en la oscuridad. En esta situación una aprecia, como fortalezas de hormigón pasan a ser castillos de arena y como el aire que ayer daba vida, hoy, envenena. Así me quedé sola, con un bebé y sola. Bebé que llora en la cuna.

Pero yo confío en la fortuna y en la alegría también, tengo la cabeza muy alta, pese a que trafique con placer. Ahora conocéis el inicio de mi pesadilla. Acabe metida en el mundo de las calles, haciendo un turno de 8 horas en la Calle de la Montera, aquí en Madrid. Ya sabéis la cruz de mi moneda, mi cuerpo está en venta, y desde hace ya tiempo no me pregunto el por qué e incluso he llegado a una situación en la que el SIDA ya dejó de preocuparme. Pero, como cada tarde me despierto, tras el esperar que la ciudad se quede a oscuras. Mientras me visto un pequeño espejo murmura que ya no soy la mitad de la mujer que ayer pude ser. También delata arrugas de amargura, pero sé que son gajes de esta vida tan dura. Mientras salgo a la calle y camino dirección a mi sitio habitual, rechina el dolor entre mis dientes.

Vivir me cansa, pero sigo buscando el premio por tanto sufrimiento, sigo buscando un ser en medio de este desierto. En esta existencia, ya no hay balas de ningún calibre que logren quebrarme. Mira, apenas pasan quince minutos y ya tengo un cliente, ofreciéndome su coche como prisión de noche. Sin dudarlo monto, reflexionando sobre donde caen los sueños que se abandonan. Me lleva a la afueras, y del sexo se paso a los abusos, a los golpes y a los gritos de “¡puta, puta, si es esto lo que te gusta!” Con lágrimas en el rosto huyo hacia ninguna dirección, buscando un sitio donde dejar mi cuerpo caer. Una vez más, me sentía muerta.

Oí al silencio gritar. Oí a la mismísima desesperación burlarse de aquella situación. Observe como el odio no espera a que te apartes y golpea… pesadillas nocturnas, que se convierten en dramas diarios. Una vez más no existían sedantes que calme el dolor que sentía ¡Tan sólo estaba pidiendo ayuda a gritos al cielo!, pero Él solo me devuelve frías lágrimas. Una vez más la vida me demostraba que el precio a cumplir un sueño es una vida en venta.

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