martes, 26 de abril de 2011

Personas

Personas. ¿Con cuantas personas nos encontraremos a lo largo del día? ¿Y de la vida? Nos movemos en una sociedad de masas, donde se vive rodeado (que no acompañado) de personas. Cientos. Miles. Continuamente nos cruzamos miradas con desconocidos. Cuando caminamos por la calle, mientras entramos en una tienda, en el bus...

Incluso algunas las vemos de manera habitual. Ese chico que cruza contigo el paso de cebra. Aquella anciana que recarga el bonobus mientras compras el pan. Y la madre que espera a su hija en el colegio. Pero muchas no las llegamos a volver a ver. Son actores de un solo papel. Aparecen y se van. Se esfuman. Se vuelven un vago recuerdo al cabo de unos pocos segundos. Son gotas de agua en una de esas tardes de lluvia que lo único que te apetece es ver el oscuro cielo desde la ventana.

Y a pesar de ello, de lo efímero que son las personas, algunas dejan un poso en tu conciencia. Se vuelven importantes. Las aprecias. Su rol en tu película era el de actor de usar y tirar pero por alguna extraña razón, deciden quedarse y convertirse en actores secundarios. Y lo asumes. Y por ello actúas en consecuencia. Actores secundarios que tienen muchas intervenciones, participan activamente en la trama e incluso se llevan algún primer plano.

Pero en algún momento algo falla. Un hecho insignificante. Algo nimio, pequeño, ridículamente superfluo. Como cuando te cruzas con alguien hablando pro el móvil y oyes unas palabras…”llegaré luego…” dice aquel por un aparato infernal que nos mantiene conectados permanente.

Y cuando ese algo falla, los papeles cambian. Ya no estamos actuando en la misma película. Y como directores de nuestro mejor filme, batimos la claqueta y paramos la escena. “Así no”, le dices a tu compañero de rodaje. Y de repente, de la noche a la mañana, uno de esos actores efímeros que habían acaparado papeles protagonistas, los relegas de nuevo a secundones, atrezo de una película que no les incumbe. Son telón de fondo de las grandes escenas que antes protagonizaban. A partir de ahora las verán lejanas, las escucharán como un leve silbido alejado. Por que algo ha fallado. Por que una sombra se ha movido por la noche sin que nadie la vea.

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